miércoles, 23 de junio de 2010

Infancia y espacio

"Los niños primero" (extracto), por Christiane Rochefort, 1977


Expropiación del ambiente

Los edificios escolares están destinados a los niños. Ahora bien, los antiguos parecen inspirados en un pensamiento carcelario, y los modernos se parecen a jaulas. Todos pueden figurar en el catálogo de edificios más feos y tristes que nunca se hayan construido. Su diseño arquitectónico -después de haber retirado a los niños del mundo diverso- parece no darles la oportunidad de ver nada más.

Es una manera muy extraña de pensar en los niños.

ESTE SÁBADO EN SANTIAGO

viernes, 23 de abril de 2010

Dos siglos de Infancia en Chile: dos nuevos libros de Jorge Rojas Flores


(Tomado de Canal patrimonio):

Pocos son los registros de la vida de los niños en Chile en estos 200 años, sólo desde la mitad del siglo XIX hasta ahora es posible encontrar información, pero, gracias al trabajo investigativo del historiador Jorge Rojas será posible ver en imágenes estos 200 años de historia de la infancia en Chile. Son 800 páginas que muestran en forma cronológica diversos temas tales como la vida privada, la escolarización, las políticas públicas que tienen que ver con la infancia, entre otros. Todo ello se ha concentrado en dos libros, el primero titulado “Historia de la Infancia en Chile republicano 1810-2010” y el segundo “La infancia en el Chile republicano. 200 años en imágenes”.


Jorge Rojas ha investigado por más de 15 años la infancia en Chile, es un destacado profesor de las universidades Católica de Chile, Alberto Hurtado y Arcis y ha escrito varios libros también relacionados con la infancia. Según señala Rojas la niñez en el Chile colonial para los estratos populares era dramática debido a las condiciones materiales, algo que no se llega a mencionar cabalmente en lo poco que se ha encontrado de esos años. Probablemente no se habló mucho de los niños durante la historia del país porque siempre se les tuvo confinados en un segundo plano y que por esto desde mediados del siglo XIX tomaron mayor protagonismo, debido a su importancia en la vida familiar y también debido a que la escolarización tomó mayor relevancia, así aparecieron mayormente citados en la historia conociéndose más acerca de su vida, incluso ayudó mucho el avance en las comunicaciones siendo relevantes por ejemplo las cartas que fueron usadas por los niños, por ejemplo de zonas apartadas y que iban a escuelas en los pueblos, para comunicarse con sus padres. Rojas señala que otra modificación grande que se ha dado es el cambio de referirse de usted al “tuteo” de los hijos hacia los padres, sin que el trato de usted haya sido un modo imperativo que infundiera temor.


Los niños con el paso del tiempo han provocado mayores emociones en los adultos y la opinión de psicólogos y pediatras ha cobrado mayor importancia sobre todo en los estratos alto y medio de la sociedad en cuanto a la crianza influyendo una vez más los medios de comunicación.

Todos estos temas pueden ser revisados en los libros y sus imágenes viendo como también la pintura, escultura y fotografía ayudaron a apreciar la forma en que la misma sociedad veía a los niños. Definitivamente un gran aporte para el Bicentenario.

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Descargar "Historia de la infancia en el Chile Republicano 1810-2010" AQUÍ.

Y el libro de imágenes, ACÁ.

jueves, 22 de abril de 2010

La institución escolar como mecanismo de deshumanización


Contra la deshumanización

(Fragmento de "Comunismo: elementos para la reflexión", L` insecurité sociale, publicado en revista Etcétera Nº 7, 1985. Tomado de: http://comunizacion.klinamen.org/).

El capitalismo es el reino de las separaciones que compartimentan nuestra vida. El usuario, el productor («productivo» o «improductivo»), el asalariado como el sin trabajo, todos ellos pierden, dominados, el sentido de la vida. Desposeídos de todo y de sí mismos, los individuos llevan una vida parcelizada (tiempo de trabajo/tiempo de ocio), especializada (orientación profesional, estatutos definidos y limitados), esparcida (tiempo pasado en los transportes para los desplazamientos provocados por las divisiones geográficas del hábitat y del trabajo, así como de las gestiones necesarias para gestionar la propia miseria). Esta existencia en migajas nos encadena a nuestra situación de usuario, de consumidor. Nos conduce a una situación de relaciones de dependencia o de indiferencia en relación a los demás. Las diferencias de edad, sexo, aptitud, conocimiento, inclinación intelectual o afectiva, apariencia física, etc... todas estas diversidades que podrían dar motivo a una constelación de relaciones y de interdependencias enriquecedoras, todo esto queda reconvertido en un sistema de autoridad y de obediencia, de superioridad y de inferioridad, de derechos y deberes, de privilegios y de privaciones. Esta jerarquización de signos de diferenciación no se manifiesta sólo en las relaciones sociales: también repercute en el interior de cada individuo en lo que se refiere a la aprehensión de los fenómenos naturales, sociales o íntimos. No es sólo y únicamente el modo de actuar en común y de comunicarse el que está jerarquizado; también lo está el modo de comprender, y la propia sensibilidad de cada uno en la organización del inmenso material diversificado proporcionado por los sentidos, la memoria, los pensamientos, los valores, las pasiones...

En conexión con los otros condicionamientos sociales, la educación también coopera en mantener la existencia dispersa y jerarquizada. Es por este motivo que el hombre vive su vida escindida: durante los primeros años de su vida, por la «educación»; luego, por el trabajo (como si el aprendizaje, la búsqueda del saber, la curiosidad hacia nuevas formas de conocer, no pudieran sucederse durante todo el transcurso de la vida). Esta separación entre la vida productiva, por un lado, y la educación, por el otro, no es el fruto de una necesidad humana. No encuentra, en modo alguno, su razón de ser en la creciente importancia del «saber» que debe ser tragado. En lo que se refiere al saber, la escuela no es otra cosa sino un simulacro.

La escuela es el lugar donde uno aprende a leer y a escribir, pero, sobretodo, donde uno aprende a soportar el aburrimiento, a respetar a la autoridad, a triunfar en contra de los compañeros, a disimular y a mentir. Lo que interesa es que el niño aprenda a leer porque hay que saber leer y no porque esto satisface su curiosidad o su amor por los libros. El resultado paradójico es que si la escuela ha reducido el analfabetismo, de modo simultáneo ha ahogado el gusto y la verdadera capacidad de leer en la mayoría de las personas.

La escuela es el aprendizaje de la sumisión y de la renuncia. En primer lugar, se necesita más tiempo para domar al alumno que para enseñarle cualquier cosa. Las estructuras de control, evaluaciones, disciplina, fichaje... se hinchan a un ritmo vertiginoso y alucinante, totalmente independiente del trabajo efectuado. Luego, la poca enseñanza impartida se sitúa bajo el signo de la autoanulación y de la permanente retrogradación: todo resultado obtenido es inmediatamente desvalorizado, cuando no es absolutamente anulado. Lo que se ha enseñado, no es nada; lo importante es lo que todavía no se ha enseñado, a falta de lo cual, uno no podrá hacer nada en la vida. Por consiguiente, lo importante es que no se alcance nada, que la rueda de lo condicionado vaya girando sin parar. El mañana queda suprimido y será sustituido por el aburrido y repetitivo hoy. Es por este motivo, que la distribución del tiempo de los escolares está calcado del de los trabajadores. La sumisión hay que trabajarla, aprenderla... La escuela no es sino otra cosa que el purgatorio que prepara el infierno... Nunca la gente ha «aprendido» tantas cosas, para poder ignorar hasta tal punto su propia vida.

Hoy en día, estamos sumergidos por la masa de las informaciones que nos inundan, la institución escolar, los periódicos, la televisión. En esta acumulación de saber mercancía, todo se puede intercambiar y todo es indistinto. Es un saber muerto e incapaz de comprender la vida porque su naturaleza más profunda consiste en haberse desgajado de la experiencia de lo vivido.