lunes, 2 de junio de 2008

perversiones de la representación



Hace muy pocos días nuestro ministro del interior dijo lo siguiente:

"Yo no puedo ir a discutir una polìtica de educación en una asamblea estudiantil. Tengo que escuchar a los estudiantes, pero los estudiantes a mano alzada en una sala de clases no pueden definir el modelo de educación...Se define en el Parlamento, porque ahí está representada la gente que a su vez representa a los 16 millones de chilenos. Si alguien estima que el modelo de educación es insuficiente, es precario, bueno, vota, elige a sus representantes y esos representantes adoptan las decisiones en el Parlamento".

En relación a este notable ejemplo de democracia chilena, tengo al menos dos comentarios:

-¿Se trata de un error de lenguaje o el señor Vidal realiza una especie de inversión o maniobra extraña cuando dice que la gente que "está representada" en el Parlamento "a su vez representa a los 16 millones de chilenos"? No logro captar muy bien el razonamiento, pero pareciera ir en este orden:
los electores (ciudadanos: mayores de 18 e inscritos en el registro electoral) eligen a los representantes (Primera representación), y luego, a su vez éstos representantes elegidos pasan a representar a los 16 millones de chilenos (incluidos los menores de 18 y los que no votan)(Segunda representación). Es como una representación de la representación, o una alienación de la misma en aras de una representación absoluta...¿me siguen?

-Los estudiantes secundarios, por definición, no votan: tienen (salvo casos muy excepcionales) menos de 18 años. ¿Habría que entender que su posición en materia de política educativa es representada por sus padres al elegir representantes? ¿Qué pasa si un adolescente tiene, en dicha materia, opiniones muy distintas a las de sus padres? ¿Quien "representa" entonces su opinión (Tercera representación)?

-Si en realidad Vidal cree que las políticas educativas se definen necesariamente a través de los representantes elegidos por los votantes, entonces debiera apoyar la disminución de la edad para votar...¿a qué edad? ¿a los 14 o a los 15? ¿Y qué pasaría ahí con la opinión de los que tienen menos de 14 o 15? ¿No vale? ¿Quien los "representaría" a ellos (Cuarta representación)?



Esas son tan sólo algunas de las reflexiones que dicha frase suscita. Al final, todo esto se relaciona con las viejas y siempre actualizables discusiones del siglo XVII sobre pueblo, nación, multitud, estado-nacional, inmanencia/trascendencia, derecho natural, estado de naturaleza, contrato social, poder constituyente y poder constituido, soberanía nacional y soberanía popular.

Sobre la oposición multitud/pueblo, demos ahora la palabra a don Paolo Virno (tomado de "Gramática de la multitud", disponible gratuitamente en varios sitios de internet: ¡todo es de todos!):




Pueblo versus Multitud: Hobbes y Spinoza


Pienso que el concepto de "multitud", a diferencia del más familiar "pueblo", es una herramienta decisiva para toda reflexión sobre la esfera pública contemporánea. Es preciso tener presente que la alternativa entre "pueblo" y "multitud" ha estado en el centro de las controversias prácticas (fundación del Estado centralizado moderno, guerras religiosas, etc.) y teórico-filosóficas del siglo XVII. Ambos conceptos en lucha, forjados en el fuego de agudos contrastes, jugaron un papel de enorme importancia en las definiciones de las categorías sociopolíticas de la modernidad. Y fue la noción de "pueblo" la prevaleciente. "Multitud" fue el término derrotado, el concepto que perdió. Al describir la forma de vida asociada y el espíritu público de los grandes Estados recién constituidos, ya no se habló más de multitud, sino de pueblo. Resta preguntarse hoy si, al final de un prolongado ciclo, no se ha reabierto aquella antigua disputa; si hoy, cuando la teoría política de la modernidad padece una crisis radical, aquella noción derrotada entonces no muestra una extraordinaria vitalidad, tomándose así una clamorosa revancha.

Ambas polaridades, pueblo y multitud, reconocen como padres putativos a Hobbes y Spinoza. Para Spinoza, la multitud representa una pluralidad que persiste como tal en la escena pública, en la acción colectiva, en la atención de los asuntos comunes, sin converger en un Uno, sin evaporarse en un movimiento centrípeto. La multitud es la forma de existencia política y social de los muchos en cuanto muchos: forma permanente, no episódica ni intersticial. Para Spinoza, la multitud es el arquitrabe de las libertades civiles (Spinoza 1677).

Hobbes detesta - uso a sabiendas un vocablo pasional, poco científico- a la multitud, y carga contra ella. En la existencia social y política de los muchos en tanto muchos, en la pluralidad que no converge en una unidad sintética, él percibe el mayor peligro para el "supremo imperio", es decir, para aquel monopolio de las decisiones políticas que es el Estado. El mejor modo de comprender el alcance de un concepto –la multitud en nuestro caso- es examinarlo con los ojos de aquellos que lo han combatido con tenacidad. Descubrir todas sus implicancias y matices es algo propio de aquel que desea expulsarlo del horizonte teórico y práctico.

Antes de exponer concisamente el modo en el cual Hobbes describe a la detestada multitud, es útil precisar el objetivo que persigue. Deseo mostrar que la categoría de multitud (tal como es considerada por su jurado enemigo Hobbes) nos ayuda a explicar cierto número de comportamientos sociales contemporáneos. Tras siglos del "pueblo", y, por consiguiente, del Estado (Estado-nación, Estado centralizado, etc.), vuelve finalmente a manifestarse la polaridad contrapuesta, abolida en los albores de la modernidad. ¿La multitud como último grito de la teoría social, política y filosófica? Tal vez. Una gama amplia y notable de fenómenos- juegos lingüísticos, formas de vida, tendencias éticas, características fundamentales del modo actual de producción material- resulta poco o nada comprensible si no es a partir del modo de ser de los muchos. Para analizar este modo de ser es preciso recurrir a una instrumentación conceptual sumamente variada: antropología, filosofía del lenguaje, crítica de la economía política, reflexión ética. Es preciso circunvalar el continente- multitud, cambiando muchas veces el ángulo de la mirada.

Como hemos dicho, veamos brevemente como Hobbes, adversario perspicaz, delinea el modo de ser de los "muchos". Para Hobbes, el antagonismo político decisivo es aquel entre la multitud y el pueblo. La esfera pública moderna pudo tener como centro de gravedad a uno u otro. La guerra civil, siempre incumbente, ha tenido su lógica en esta alternativa. El concepto de pueblo, según Hobbes, está estrechamente asociado a la existencia del Estado; no es un reflejo, una reverberación: si es Estado es pueblo. Si falta el Estado no puede haber pueblo. En De Cive, donde ha expuesto largamente su horror por la multitud, se lee: "El pueblo es un uno, porque tiene una única voluntad, y a quien se le puede atribuir una voluntad única" (Hobbes 1642: XII, 8; y también VI, 1, Nota).

La multitud, para Hobbes, es el "estado natural"; por ende, aquello que precede a la institución del "cuerpo político". Pero este lejano antecedente puede reaparecer, como una "restauración" que pretende hacerse valer, en las crisis que suelen sacudir a la soberanía estatal. Antes del Estado eran los muchos, tras la instauración del Estado fue el pueblo- Uno, dotado de una única voluntad. La multitud, según Hobbes, rehuye de la unidad política, se opone a la obediencia, no acepta pactos duraderos, no alcanza jamás el status de persona jurídica pues nunca transfiere sus derechos naturales al soberano. La multitud está imposibilitada de efectuar esta ¨transferencia¨ por su modo de ser (por su carácter plural) y de actuar. Hobbes, que era un gran escritor, subrayó con una precisión lapidaria como la multitud era antiestatal, y, por ello, antipopular: "Los ciudadanos, en tanto se rebelen contra el Estado, son la multitud contra el pueblo" (ibid.) La contraposición entre ambos conceptos es llevada aquí al extremo: si pueblo, nada de multitud; si multitud, nada de pueblo. Para Hobbes y los apologistas de la soberanía estatal del siglo XVI, la multitud es un concepto límite, puramente negativo: coincide con los riesgos que amenazan al estatismo, el obstáculo que puede llegar a atascar a la ¨gran máquina¨. Un concepto negativo, la multitud: aquello que no ha aceptado devenir pueblo, en tanto contradice virtualmente al monopolio estatal de la decisión política, es decir, una reaparición del ¨estado de la naturaleza¨ en la sociedad civil.

La pluralidad exorcizada: lo "privado" y lo "individual"

¿Cómo ha sobrevivido la multitud a la creación de los Estados centrales? ¿En qué formas disimuladas y raquíticas ha dado señales de sí tras la plena afirmación del moderno concepto de soberanía? ¿Dónde se escuchan sus ecos? Estilizando la cuestión al extremo, intentemos identificar el modo en que han sido concebidos los muchos en tanto muchos en el pensamiento liberal y en el pensamiento socialdemócrata (es decir, en la tradición política que han desarrollado a partir de la unidad del pueblo como punto de referencia indiscutible)

En el pensamiento liberal, la inquietud despertada por los "muchos" fue aquietada mediante el recurso de la dupla público- privado. La multitud, antípoda del pueblo, cobra la semblanza algo fantasmal y mortificante de lo denominado privado. Téngase en cuenta: también la dupla público- privado, antes de volverse obvia, se forjó entre sangre y lágrimas en mil contiendas teóricas y prácticas; y ha derivado, por lo tanto, en un resultado complejo. ¿Qué puede ser más normal para nosotros que hablar de experiencia pública y experiencia privada? Pero esta bifurcación no ha sido siempre tan obvia. Y es interesante esta fallida obviedad, pues hoy estamos tal vez en un nuevo Seiscientos, en una época en la que estallan las antiguas categorías y deben acuñarse otras nuevas. Muchos conceptos que aún parecen extravagantes e inusuales- por ejemplo, la noción de democracia no representativa- tienden a tejer un nuevo sentido común, aspirando, a su vez, a devenir "obvias". Pero volvamos al tema. "Privado" no significa solamente algo personal, atinente a la interioridad de tal o cual; privado significa antes que nada privo: privado de voz, privado de presencia pública. En el pensamiento liberal la multitud sobrevive como dimensión privada. Los muchos están despojados y alejados de la esfera de los asuntos comunes.

¿Dónde hallamos, en el pensamiento socialdemócrata algún eco de la arcaica multitud? Quizá en el par colectivo- individual. O, mejor aún, en el segundo término, el de la dimensión individual. El pueblo es lo colectivo, la multitud es la sombra de la impotencia, del desorden inquieto, del individuo singular. El individuo es el resto sin importancia de divisiones y multiplicaciones que se efectúan lejos de él. En aquello que tiene de singular, el individuo resulta inefable. Como inefable es la multitud en la tradición socialdemócrata.

Es conveniente anticipar una convicción que emergerá prontamente de mi discurso. Creo que en la forma actual de vida, como asimismo en la producción contemporánea (con tal que no se abandone la producción- cargada como está de ethos, de cultura, de interacción lingüística- al análisis econométrico, sino que se la entienda como la enorme experiencia del mundo), se percibe directamente el hecho que tanto la dupla público- privado como la dupla colectivo- individuo no se sostienen más, han caducado. Aquello que estaba rígidamente subdividido se confunde y superpone. Es difícil decir donde finaliza la experiencia colectiva y comienza la experiencia individual. Es difícil separar la experiencia pública de la considerada privada. En esta difuminación de las líneas delimitadoras, dejan de ser confiables, también las dos categorías del ciudadano y del productor, tan importantes en Rousseau, Smith, Hegel, y luego, como blanco polémico, en el mismo Marx.

La multitud contemporánea no está compuesta ni de "ciudadanos" ni de "productores"; ocupa una región intermedia entre "individual" y "colectivo"; y por ello ya no es válida de ningún modo la distinción entre "público" y "privado". Es a causa de la disolución de estas duplas, dadas por obvias durante tanto tiempo, que ya no es posible hablar más de un pueblo convergente en la unidad estatal. Para no proclamar estribillos de tipo postmoderno ("la multiplicidad es buena, la unidad es la desgracia a evitar"), es preciso reconocer que la multitud no se contrapone al Uno, sino que lo redetermina. También los muchos necesitan una forma de unidad, un Uno: pero, allí está el punto, esta unidad ya no es el Estado, sino el lenguaje, el intelecto, las facultades comunes del género humano. El Uno no es más una promesa, sino una premisa. La unidad no es más algo (el Estado, el soberano) hacia donde converger, como era en el caso del pueblo, sino algo que se deja a las espaldas, como un fondo o un presupuesto. Los muchos deben ser pensados como individuaciones de lo universal, de lo genérico, de lo indiviso. Y así, simétricamente, puede concebirse un Uno que, lejos de ser un porqué concluyente, sea la base que autoriza la diferenciación, que consiente la existencia político- social de los muchos en cuanto muchos. Digo esto para señalar que una reflexión actual sobre la categoría de multitud no tolera simplificaciones apresuradas, abreviaciones desenvueltas, sino que deberá enfrentar problemas ríspidos: en primer lugar el problema lógico (para reformular, no para eliminar) de la relación Uno- Muchos.

2 comentarios:

azeta dijo...

Julio,

Cuando se objeta este tipo de textos es común ser tildado apresuradamente de necio y hasta de pre juicioso. Si no viniera recomendado por ti no lo hubiese jamás leído, el sólo utilizar la palabra gramática para hablar de la sociedad me causa escozor. No debo presentar pruebas sobre no ser conservador, ni me interesa ni sé frente a qué tribunal hacerlo; si me queda claro que quienes logran mezclar aceite y vinagre de modo tan prodigioso puedan considerar que su ungüento se encuentra fuera de mi competencia.

El término "multitud" que utiliza Virno, y que constituye la glosa de la glosa de la glosa de Negri. Bensaid y otros, y a Hobbes por derivación, ni constituye una novedad ni un descubrimiento para el pensamiento político sino que una versión nueva del mismo producto ofrecido en las vitrinas desde que el mundo es el mundo, o desde que es civilización: Una doctrina justificadora del estado de cosas v.gr. una ideología. Una falsificación de la realidad solamente útil dentro de esa esfera.

Desde luego que podría ser útil dentro de un propósito mayor en tanto contra ideología, de modo de fundamentar un nuevo sujeto político que reemplace al sujeto histórico del marxismo, un punto de apoyo desde el cual se pueda levantar un partido global y su correspondiente militancia; el problema es que esta intención no se explicita y es más, se vende este pensamiento en tanto descripción y constatación de la realidad lo que constituye en una ofensa.

Recurrir a Hobbes es sólo un argumento de autoridad validado por los intelectualitos que le conceden algún peso; justamente aquellos que ni hacen, hicieron o harán barricadas. Por lo tanto qué sentido tiene crear una ideología dentro de la academia y útil sólo dentro de ella. La complicación excesiva, eso de enturbiar el agua para que parezca profunda, no es a lo que me refiero por crear una ideología funcional a una transformación de forma de capturar las adherencias de aquellos que no pueden ni quieren ser convencidos, iluminados, deseducados, o que se los guíe a la toma de consciencia; ni tampoco es pensamiento desenajenado. Es la misma ideología hegemónica la que lucha por sostenerse; la crisis de Virno es la de los conceptos, la única en que él cree, y su modo de abordarla es conceptualmente, como él mismo señala sin pudor "es interesante esta fallida obviedad, pues hoy estamos tal vez en un nuevo Seiscientos, en una época en la que estallan las antiguas categorías y deben acuñarse otras nuevas." Porqué deben reemplazarse las categorías obsoletas, por la misma razón - por la misma obviedad - que las herramientas obsoletas se deben reemplazar por las nuevas: Para hacer más eficiente el trabajo y de paso financiar la industria de las innovaciones.
ariel zúñiga

Metal Guru dijo...

Sigue siendo interesante discetar como se formaron las ideologías madres de todas las variedades de mierda actual
y las teorias del contrato social eran mucho más matizadas que lo que se supone fue quedando como hegemónico después
hasta nuestro tiempo.

Conocí el debate gracias a este texto, que me ha llevado a explorar más de cerca varias cuestiones que están a la base de la ideología actual, de derecha e izquierda. El sacrosanto concepto de "pueblo", entre ellos, concpeto reivindicado hasta por el grueso de los anarquismos realmente existentes.

Explorar estos conceptos maletín
es parte del estudio de la versión actual (tan llena de efectos prácticos naturalizados) de nociones coo "infancia", "nación", etc.
Sobre Virno y todos los amiguitos italianos, creo que hay que hacer el mismo juicio histórico que sobre Negri, Althusser, Kautsky, Bernstein y CPS:
si sus clases entretienen y enseñan algunas cosas
es porque son buenos ventrílocuos
de Marx
(no Groucho, el otro).
Tengo sed.



A: en el último número de la revista inglesa Aufeben viene una crítica lapidaria a la "increíble" multitud de Virno.